martes, 3 de octubre de 2017

Política

Podemos definir la política de muchas maneras. Pero, creo yo, la manera que mejor puede englobar las diferentes definiciones de la misma es la que nos dice que es el arte de participar en la vida pública con la voluntad de procurar un mayor bienestar a la población mediante el diálogo, la diplomacia y el consenso.

Como digo, es una manera. No siempre se ha definido así a la política. Ni todos los teóricos la han visto de la misma forma. Así, nos podemos encontrar a teóricos como Carl Schmitt que entendía la política como un juego o dialéctica entre dos bandos cuya máxima expresión era la guerra. O nos encontramos a teóricos como Jean Bodin más partidario del consenso. Pasando, cómo no, por tantos y tantos otros pensadores.

La definición ha ido cambiando y evolucionando hasta llegar a nuestros días. La hemos ido haciendo nuestra. Tan nuestra que, hoy en día, podemos decir que la política está en todos lados, en cualquier acción que realicemos y que tenga relación con terceras personas.

Pese a ello, hoy escribo con una mezcla de tristeza, rabia y dolor. Los hechos que se están viviendo estos días en Catalunya hacen que la política haya pasado, por el momento, a mejor vida.

Llevamos prácticamente 10 años escuchando un diálogo de sordos. Hace tiempo, desde Catalunya, el Govern se subió a una máquina de tren, y desde Madrid el gobierno central se subió a otra. Ambos, añadiendo más fuego a su locomotora hasta que ahora han chocado. Éramos muchos quienes decíamos que teníamos que ir con cuidado, que había que dialogar para no hacernos daño, y nadie nos escuchó.

No haré una comparativa de quién tiene más culpa, porque ambos la tienen. Los unos por su pasividad y por no ver más allá de lo que marca la ley. Por judicializar el problema y por querer solucionarlo, finalmente, con porras y cargas policiales dignas de otros episodios oscuros de nuestra historia. Los otros, por enrocarse en su postura, por dinamitar las reglas del juego en el Parlament y por no ver más allá del referéndum y la DUI.

Entre ambos han conseguido dividir la sociedad. Tanto, que hoy en día si no estás en un bando tienes que estar en el otro por narices. Porque si no eres un facha es que eres un sedicioso. No hay término medio. Y los que estamos en medio somos los que más recibimos. Somos fachas y sediciosos a la vez. Fíjese usted qué buen negocio.

Y eso que lo que ambos piden es democracia. Pues lo siento, pero que no cuenten conmigo en su democracia.

Que no cuenten conmigo quienes se parapetan únicamente detrás de las leyes para solucionar el conflicto.

Que no cuenten conmigo quienes insultan y llaman facha, sedicioso, equidistante, vendido o cómplice a quien piensa diferente. ¿No os enseñaron que “assenyalar” es de mala educación? (Por cierto, si al acabar de leer este escrito sigues pensando que soy algo de eso, no hace falta que comentes nada. Sales y, si me tienes en alguna red social, le das al botón de “dejar de seguir”. Tu salud mental y la mía lo agradecerán).

Que no cuenten conmigo quienes niegan, día sí y día también, el diálogo con Catalunya. Detrás del plasma se vive muy bien.

Que no cuenten conmigo quienes revientan la democracia mientras piden democracia. La reforma del reglamento del Parlament y la aprobación de la Ley de Transitoriedad fue un esperpento digno de ciertos países suramericanos.

Que no cuenten conmigo quienes manipulan los medios públicos para establecer su relato. TVE da mucha pena, y TV3 va por el camino.

Que no cuenten conmigo quienes envían a la policía y la Guardia Civil a requisar urnas y papeletas y a apalear a votantes. Oh, qué peligrosos son. Si hubiérais dejado votar con normalidad estaríamos hablando de la validez o no del referéndum y no de lo miserables que sois.

Pero que tampoco cuenten conmigo quienes manipulan estos hechos para magnificarlos. Chicas a las que les rompen los dedos pero luego resulta que sólo tienen capsulitis o imágenes sacadas de otras cargas policiales pasadas son muestra de ello. Ya ha sido suficientemente grave, no es necesario hacer eso.

Que no cuenten conmigo quienes solo ven en el horizonte el artículo 155. ¿De verdad? ¿No hay otra solución? Va, pensad un poco, es muy fácil. Sí, Majestad, usted también.

Que no cuenten conmigo quienes se enrocan en hacer un referéndum sí o sí, sin ninguna garantía. Lo siento, chic@s, eso de que la gente pueda votar varias veces (ya se ha demostrado varias veces), que no haya interventores con pluralidad, que no haya un censo fiable o que los medios de comunicación públicos no sean imparciales no es el mejor estilo.

Que cuenten conmigo quienes quieran luchar por nuestros derechos sociales y laborales, que cuenten conmigo quienes quieren luchar contra los recortes (por cierto, chic@s, bienvenidos a las calles, somos muchos quienes ya habíamos salido a ellas para protestar desde hace mucho tiempo. Espero veros en las próximas manifestaciones y que els carrers no només siguin vostres.).

Que cuenten conmigo quienes quieran denunciar el pisoteo de nuestros derechos y nuestras libertades. Tenemos derecho a votar, sí, pero de manera legal. Igual que también tenemos libertad de expresión, tanto los unos como los otros como los de en medio.

Que cuenten conmigo quienes quieran denunciar la brutalidad policial. La que se vio el domingo y la que se ha visto en otras ocasiones. Parafraseando a un amigo mío: “los que dicen que no se había visto nunca es porque les flaquea la memoria o porque nunca les había pasado a los suyos”. Que se lo cuenten a Esther Quintana; que se lo cuenten a quienes han torturado en las comisarías de los Mossos; que se lo cuenten a la persona que iba en silla de ruedas en el 15-M y la apalearon; o directamente, a quienes estaban en Plaça Catalunya y fueron apaleados; que se lo cuenten al niño de 13 años a quien abrieron la cabeza en Tarragona. Y estos no eran ni de la Policía Nacional ni de la Guardia Civil. Nunca más, ni aquí ni allí.

Basta ya, paremos las locomotoras antes de que el tren descarrile del todo. Apliquemos eso que tan famosos nos ha hecho: el seny. Que cuenten conmigo quienes quieran eso.

Que cuenten conmigo quienes quieran dialogar para solucionar el conflicto. Que cuenten conmigo quienes quieran pasar de Carl Schmitt a Jean Bodin. Que cuenten conmigo, en definitiva, quienes quieran volver a la política de verdad.





Y, repito, por si antes lo has pasado por alto: si al acabar de leer este escrito sigues pensando que soy facha, sedicioso, equidistante, vendido o cómplice no hace falta que comentes nada. Sales y, si me tienes en alguna red social, le das al botón de “dejar de seguir”. Tu salud mental y la mía lo agradecerán. Nadie nos obliga a seguirnos. Ara, si lo que quieres es dialogar con normalidad y respeto, aquí me tendrás siempre.