lunes, 3 de mayo de 2010

Un sinsentido más.

En esta vida hay cosas muy difíciles de entender. Tal vez sea porque tenemos la profunda creencia en todo lo contrario a lo que tenemos ante los ojos o tal vez sea porque nunca nos imaginamos que ocurriría. No lo sé. Pero lo cierto es que sucede.

El ámbito en el que más cosas difíciles de entender suceden es el de la religión. El halo misterioso que envuelve a todo lo relativo con las religiones, cualesquiera que sean, hace que no podamos, en algunas ocasiones, llegar a entender si, de verdad, hay algo detrás o no. Quizá, también, porque la raza humana necesita agarrarse a algo, creer en algo, cuando te vienen mal dadas y no entiendes por qué suceden las cosas.

Pero no tan sólo en el ámbito supraterrenal es difícil entender todo lo incluido en el ámbito religioso. De hecho, incluso, sería más fácil entender y dar una explicación a lo supraterrenal que al resto de cosas relacionadas con las religiones.

Una de esas cosas difíciles de entender es todo lo relacionado a la indumentaria femenina islámica y su afectación en las sociedades occidentales de hoy en día. O, en otras palabras, el rechazo que se vive hoy en día a que las mujeres islámicas lleven velo. El último caso lo hemos vivido hace pocos días en un instituto de Pozuelo de Alarcón donde se expulsó a una niña por llevar el velo islámico. No entraré a discutir si, en casos como este, prima más el derecho fundamental que tenemos todos a la educación y que está recogido en la Constitución (“La enseñanza básica es obligatoria y gratuita.”, artículo 27.4 CE) o el hecho de llevar a clase una prenda religiosa, puesto que cae por su propio peso que prima más la obligatoriedad de la educación que el llevar un trozo de tela en la cabeza.

Porque, a fin de cuentas, todo se reduce a eso, a un trozo de tela. El por qué lo lleve puesto ya es otro asunto, ya que el hiyab, o velo, es una prenda islámica que utilizan las mujeres para representar que son sumisas a Dios, no al hombre (que este es otro mito occidental: el hiyab no es un instrumento de sumisión de la mujer islámica al hombre, ya que el hiyab no es obligatorio llevarlo y, además, existen corrientes femeninas de apoyo a esta prenda como, por ejemplo, “Protect Hijab”, surgidas a raíz de la prohibición de llevar el velo en países como Francia o Países Bajos).

La respuesta más fácil a este asunto es decir que “la normativa del centro dice que no puede ir nadie que lleve la cabeza tapada”. En ese tipo de normas estoy medianamente de acuerdo, puesto que es de tener muy poco respeto el que el profesor esté explicando y se encuentre que en clase hay cuatro o cinco chavales que van con gorro o capucha, ya que es una actitud que denota poco interés. Pero, ante esa misma norma, ¿verdad que nadie se asombraría ni se rasgaría las vestiduras porque una monja con toca (el hábito que utilizan las monjas y que les cubre la cabeza) fuera al centro a dar una charla? La respuesta primera sería “es que es una monja”. ¿Y? ¿Acaso no está contraviniendo las normas del centro, que dicen que no puede ir nadie con la cabeza tapada?

El problema principal surge en la propia norma del centro (aunque, si ahondamos más, incluso se podría decir que el principal problema es que cada centro educativo tenga sus propias normas y que no sean iguales en todos los centros) puesto que, en un principio, se hizo para casos como los que he señalado antes: gorros o capuchas, sin pararse a pensar que hay religiones que utilizan como símbolo de pertenencia a dicha religión una prenda de vestir que cubre la cabeza. Por eso he dicho que estoy “medianamente de acuerdo” con la norma, porque debería exceptuarse que, en caso de que la prenda que cubre la cabeza sea religiosa, sí se pudiera acceder al centro. De lo contrario estaremos privilegiando, sin quererlo, una religión sobre otra (ya que sí que pueden acceder los niños que lleven cruces y no las niñas que lleven velo).

Así pues, el espíritu de esta reflexión viene a decir que no entiendo por qué un niño con cruz o una monja con toca sí que puede ir a un colegio y, en cambio, una niña con velo no, si todos son símbolos religiosos.

La solución al problema, aunque no lo parezca, es muy fácil: cambiar la normativa de según qué centros para que no puedan acceder a él chicos o chicas que lleven prendas que les cubran la cabeza, a menos que éstas sean religiosas. Es una solución fácil, rápida y sencilla que, a su vez, acabaría con este tipo de polémicas que lo único que hacen es avivar el fuego de según qué sectores contrarios a gentes provenientes de otros países, en especial, de países musulmanes.

Pero, para hacerlo, hace falta voluntad, cosa que en este país, en muchas ocasiones, brilla por su ausencia.